«En la creación actoral el cuerpo debe ir por delante del pensamiento»
del libro «Orientaciones en el desierto» de Eusebio Calonge.
El actor aprende a trabajar desde un lugar más sensible que habilita el acceso a la memoria afectiva, y colabora con soltar el mundo de las ideas, muchas veces limitante a la hora de dar fe de la experiencia humana. Se crea una doble imagen: el cuerpo (memoria afectiva) y la cabeza (ideas-pensamiento).